TÍBET: Lhasa (ལྷ་ས་), llegando al techo del mundo

Hoy sería el día en que comenzaríamos a cumplir otro sueño, visitar Lhasa y empaparnos de la cultura Tibetana, o de lo que nos dejaran los chinos. La verdad es que no había sido una tarea nada fácil, que si el visado Chino, que si el permiso, que si el vuelo, en el momento en que algo te fallara te quedabas en tierra. El Dalai Lama, premio Nobel de la paz en 1989, anima a visitar el Tíbet, aprender de su cultura e intentar contarlo al mundo. La tarea es difícil, pero no imposible. Por suerte para nosotros todo fue más o menos rodado y sólo nos quedaba disfrutar.

La historia de Lhasa y del Tíbet tiene un antes y un después de 1950. Antes se podía considerar como un poblado grande con casas pequeñas, en las que sus habitantes residían en gran número en los monasterios. Después fue perdiendo esa identidad hasta llegar a lo que podemos ver hoy día, una ciudad moderna que se agarra al pasado por momentos, pero que cualquiera sabe cuánto tiempo podrá hacerlo.

En 1949 la República Popular China con Mao Zedong al frente, hace su primer movimiento y se proclama el salvador de la tierra tibetana enviando ochenta mil soldados a Lhasa. Esto es sólo una maniobra para asestar el golpe final en 1950 tomando Lhasa y las regiones colindantes. Mao prometió autonomía al Tibet sobre las leyes chinas, pero no cumplió sus promesas. Sus habitantes son obligados a jurar lealtad al sistema comunista chino, bajo pena de torturas y muertes. En los años siguientes el pueblo tibetano se une y se levanta contra el sistema opresor. El intento fue inútil y en 1959 el ejército chino mata a miles de manifestantes tibetanos por la libertad. Como resultado el Dalai Lama y cientos de Tibetanos dejaron sus casas y cruzaron los Himalayas para ser refugiados en India.

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En los años siguientes con motivo de la Revolución Cultural China se comenzó a mermar los valores principales de la sociedad tibetana. El budismo siempre presente en su cultura era el gran escoyo para los chinos. A la destrucción de templos le siguió el cortar de raíz sus creencias, y que mejor modo de hacerlo que desde bien pequeñitos y en el colegio. En el libro “El arte de la Felicidad” de Howard C. Cutter y el Dalai Lama, se habla de esto precisamente de cómo conseguirlo. Para el budismo es esencial el preservar la vida y está prohibido matar a cualquier ser vivo, un maestro de la escuela encargó a sus estudiantes el matar algo vivo y traerlo a la escuela. Obtenían mejor nota según fuera el ser vivo, un gato diez, un ratón cinco, una mosca un punto, etc. Este es sólo un ejemplo de cómo minar la cultura y la esencia de un país. La erradicación de la cultura tibetana no sólo está en el colegio, también está en el día a día donde miles de tibetanos son relegados a los trabajos que los chinos no quieren. Los chinos llegan en masa al Tíbet, ocupando los trabajos oficiales. Todos los trámites oficiales deben realizarse en mandarín, relegando el tibetano a un segundo plato.

LLEGANDO A LHASA

Hay dos maneras de entrar en el país, vía tren, o por aire. Atrás quedaron los intentos (alguno con éxito) de colarse por tierra vestidos de tibetanos, o incluso se dice que alguno lo consiguió montado en una bici. Este viaje sería diferente, quedarían atrás el “me quedo aquí porque estoy a gusto”, o me voy a otro sitio. El itinerario estaba claro desde nuestra partida de España, y el tiempo que duraría el viaje también. Ciertamente no es la manera que más nos gusta de viajar, pero son lentejas, y nosotros queríamos ver y vivir una de las ciudades a más altitud del planeta. El techo del mundo nos esperaba, y nosotros estábamos deseosos de que nos mostrara todas sus facetas.

Fue imposible conseguir un tren que nos llevara a Lhasa. El tren tiene algo especial, y siempre que lo hemos utilizado hemos salido encantados. Hubiera sido toda una experiencia ir descubriendo sus paisajes por la ventanilla, ver cómo van cambiando los colores y como se van formando las montañas. Pero la “mafia” que tienen montadas las agencias chinas hace que sea muy complicado comprar uno, y menos a precios asequibles.

Lo único que nos quedaba era el avión, y esto tampoco fue fácil. Habíamos visto vuelos baratos con China Easter Airlines, pero no permitían compras para pasaportes europeos. Resignados tuvimos que pagar 200 euros por vuelo y sacarlos con edreams. El mismo vuelo salía por 50 euros con la compañía China.

La espera en el aeropuerto de Xian era cada vez más “dura”, y ya no sólo por la resaca que teníamos del día anterior, el vuelo salía con dos horas de retraso y nuestro cansancio era cada vez más evidente en el rostro.

Una vez que se puso en marcha el avión sabíamos que no podíamos perdernos nada. Íbamos a sobrevolar uno de los espacios montañosos más importantes del planeta. No dejábamos de señalar por la ventanilla. Y de repente ahí estaban, las montañas nos daban la bienvenida a Lhasa. Las cimas nevadas casi no se distinguían de las nubes. Los colosos de más de 5000 metros se imponían al cielo y se abrían como por arte de magia para permitirnos aterrizar.

 

A la salida Dhondup nos estaba esperando con un pañuelo blanco que nos anudo al cuello. Este sería el primero de muchos detalles que nuestro guía tibetano tuvo con nosotros a lo largo de nuestro periplo por su país. Nos anudó el Khata (ཁ་བཏགས་) al tiempo que nos saludaba cortésmente con un Tashi Delek. Este pañuelo hecho de seda generalmente es usado en las ceremonias aunque en este caso simbolizaba el principio de nuestra relación con Dhondup. Veríamos muchos más a lo largo de nuestro viaje, unas veces anudados en las banderas de oración, otras veces en las estatuas de budas de los templos.

La verdad es que no teníamos una idea preconcebida de lo que nos íbamos a encontrar cuando llegáramos a Lhasa. Lo que sí teníamos claro es que no tendría nada que ver con la descrita en películas como 7 años en el Tíbet. Salimos del aeropuerto y entre montañas fuimos vislumbrando poco a poco lo que eran los alrededores de Lhasa. Parece que estos no los han tocado mucho, y se pueden ver las casas tradicionales Tibetanas. No hacía falta que Dhondup nos dijera nada, sólo había que mirar por la ventana, ver los lagos serpenteando, las montañas blancas con nieves perpetuas, y el cielo mas azul que se pueda ver.

Según vas avanzando todo cambia, de las casas de piedra se pasan a los apartamentos modernos, grandes logotipos con letras chinas, semáforos, puentes etc. Por un momento nos habíamos trasladado a Xian o cualquier otra capital China, pero una mirada a la izquierda nos puso en nuestro sitio, el Potala iba apareciendo hacia nosotros lentamente. Si tuviéramos que hacer cualquier lista de cosas imprescindibles que ver en el mundo este palacio estaría de las primeras.

MAL DE ALTURA

Una de las razones de estar unos días en Lhasa es por el mal de altura. En la carretera de la amistad se llegan a altitudes superiores a los 5200 metros. Por esto es conveniente aclimatarse unos días en Lhasa primero antes de partir. Los principales síntomas del mal de altura son dolores de cabeza, nauseas, mareos, vómitos y mal estar general. Es conveniente saber identificarlo a tiempo y si fuera necesario decírselo al guía para intentar bajar y aclimatarse mejor.

A medida que vamos subiendo en altitud se produce una disminución progresiva de presión atmosférica y del oxigeno que respiramos. El organismo tiende a aportar más oxigeno a las células generando más glóbulos rojos, que son los encargados de llevar el oxigeno de un sitio a otro. Cuando se produce una compensación excesiva por la falta de oxigeno se producen demasiados glóbulos rojos y esta es una causa de los posibles problemas físicos.

Conclusión hay que aclimatarse el tiempo necesario en Lhasa para luego proseguir el viaje. Y un consejo que nos dio Dhondup es que bebiéramos mucha agua, y a ser posible que fuera té caliente.

PASEANDO POR LAS CALLES DE LHASA

Si algo hemos aprendido de nuestro viaje por el Tíbet es que es esencial escoger un buen guía. Para nosotros era de gran importancia que fuera capaz de darnos y hacernos participes de lo que estaba ocurriendo en el Tíbet, y no sólo que nos fuera enseñando los templos uno tras otro. Algo importante es que sea del Tíbet para que no te den la información distorsionada, como ocurre en algunos de los tours que se organizan desde China.

Tras una breve charla con nuestro guía nos fuimos a descansar a nuestro hotel. Quedaríamos con él más tarde en uno de los restaurantes que más nos gustaron de la ciudad, el Lhasa SnowLand Restaurant. Un buen sitio para comer comida local, y degustarlo con una buena cerveza en un ambiente de lo más tranquilo.

Fue aquí donde nuestro guía nos dijo lo que podíamos y lo que no podíamos hacer.

  • No debíamos ir a los sitios sin él, ya que se le caería el pelo. Hay espías por todas partes, es algo que está ahí y lo ves constantemente.
  • No podíamos fotografiar a las autoridades chinas, ni andando ni desde el 4×4. Le podrían incluso quitar la licencia.
  • Nada de salir con gritos de libertad para Tíbet, ni de banderas. Cuando estuvimos allí un grupo de extranjeros salieron con pancartas y banderas tibetanas en el campo base del Everest. Los Chinos lo cerraron y al guía le quitaron la licencia y quién sabe si algo más.
  • No se puede tener fotos del Dalai Lama ni siquiera en la cartera o en el móvil. Hay gente que se las han pillado y han tenido problemas
  • Se puede usar transporte local, pero no se puede salir de Lhasa

¿Por qué todo esto? Sólo hay que dar una vuelta por el centro de Lhasa para darte cuenta que es una ciudad sitiada, en la que los propios tibetanos viven como extranjeros de su propio país. La presencia policial está en todas partes, en cada cruce de calles hay cabinas de guardias chinos apostados cada uno en una dirección para que no se les escape nada. En todos los sitios te los encuentras haciendo maniobras, cambiando la guardia, o simplemente paseando para que se sienta que están ahí. Y por si esto fuera poco en los tejados los tienes apostados con los rifles y cámaras de video para grabar a toda la gente que pasa por cada calle. Ni que decir tiene que no habíamos visto nada igual en ningún sitio de los que habíamos estado antes. Te entra como una sensación rara, pero claro eso es desde la distancia, son los tibetanos los que lo sufren cada día.

Lo que no quieren es que se repita lo acontecido en 1989. Fue una de las veces con más presencia tibetana reivindicando la libertad. Multitud de monjes y monjas fueron arrestados con motivo de la opresión que China ejercía sobre la cultura tibetana. Las protestas que se dieron lugar en Lhasa tenían como motivo principal la encarcelación de los monjes y una libertad en la forma de expresarse. La respuestas fue inmediata, la prensa extranjera fue vetada, y las tropas chinas tomaron las calles. El Gobierno culpo al líder tibetano en el exilio, el Dalai lama, por alentar a la lucha. Miles de tibetanos no verían la luz del siguiente día, muchos de ellos muertos, y otros encarcelados de por vida. Comenzaba la ley marcial en el Tíbet y la presencia de masiva de militares en todo el territorio tibetano y en especial en Lhasa.

Como ya hemos dicho anteriormente sí que notamos presencia militar en todo nuestro recorrido, pero en la primera toma de contacto en Lhasa también fuimos testigos de un fervor religioso que no habíamos visto en ningún otro sitio. Simplemente paseando por los alrededores del Monasterio Jokhang o por el mercado de Bakhor te das cuenta de lo importante que es para ellos su religión. Todavía no sabíamos muy bien que hacían, unos daban vueltas a los templos, otros giraban las ruedas de oración, otros quemaban incienso o se tiraban en el suelo. Todo eso sería desvelado en posteriores días, de momento nosotros estábamos con la boca abierta ante lo que teníamos delante.

Después de un largo paseo por la zona más autentica de la ciudad tocaba andar un poquito para ir a ver el Potala. No nos podíamos resistir a tenerlo un poquito más cerca. El camino de 15 minutos está plagado de tiendas de todo tipo. Pero todo eso da igual cuando lo tienes delante. Estábamos ante una de las maravillas no solo de esta región, sino del mundo entero. Con una gran carga religiosa para los locales, y una muy buena fuente de ingresos para los chinos. Lo habíamos visto por la mañana un poquito deprisa, y ahora a la noche lo tenían encendido. Y pensar que hace cincuenta años las carreteras eran caminos, los edificios eran casas bajas de piedras, y posiblemente el rojo de las túnicas de los monjes prevalecía sobre las cazadoras de plástico de todo a cien.

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7 comentarios en “TÍBET: Lhasa (ལྷ་ས་), llegando al techo del mundo

  1. Genial la foto del monje, la sacaste en el momento exacto!
    Podrías contactarme para hablar de una posible colaboración? Mi mail es el que está en la sección de la información. Saludos!

  2. Pingback: Lhasa, llegando al techo del mundo, Tibet i am travel blogger

  3. Acabo de descubrir tu blog y me encanta.
    Me gusta mucho tu comentario de la historia del Tíbet desde 1950 a 1959…cierto como la vida misma. Los que hemos estado allí vivimos con rabia esa situación….y no podemos dejar de expresarla en nuestros blog

    Un saludo

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